sábado, 31 de julio de 2010

No consigo poner más que frases sobre el papel...

Estuve fuera una semana y he dejado escapar dos, lo siento. Mi semana fuera me trajo una sorpresa totalmente inesperada que me dejó tambaleante y esta semana ha sido rara cuanto menos. Tengo mil ideas en la cabeza pero están un poco atascadas, no consigo poner más que frases sobre el papel...

Os dejo el videoclip de la canción 9 crimes de Damien Rice que refleja perfectamente todo lo que no consigo decir.


sábado, 17 de julio de 2010

Pequeña pausa.

Hola a todos,

Voy a estar unos días fuera así que no voy a poder actualizar la próxima semana, prometo volver con ideas para historias nuevas. De todos modos, el mail sigue abierto y tendré acceso a él, podéis escribirme como siempre.

Sed unos buenos malos, o unos malos buenos, lo dejo a vuestra elección.

Os dejo con uno de los poemas que forman "La voz a ti debida", de Pedro Salinas (Madrid 1891- Boston 1951) [pubicado por Alianza Editorial].

Disfrutadlo y feliz semana,
AC.
***

Tú vives siempre en tus actos.
Con la punta de tus dedos
pulsas el mundo, le arrancas
auroras, triunfos, colores,
alegrías: es tu música.
La vida es lo que tú tocas.

De tus ojos, sólo de ellos,
sale la luz que te guía
los pasos. Andas
por lo que ves. Nada más.

Y si una duda te hace
señas a diez mil kilómetros,
lo dejas todo, te arrojas
sobre proas, sobre alas,
estás ya allí; con los besos,
con los dientes la desgarras:
ya no es duda.
Tú nunca puedes dudar.

Porque has vuelto los misterios
del revés. Y tus enigmas,
lo que nunca ententenderás,
son esas cosas tan claras:
la arena donde te tiendes,
la marcha de tu reló
y el tierno cuerpo rosado
que te encuentras en tu espejo
cada día al despertar,
y es el tuyo. Los prodigios
que están descifrados ya.

Y nunca te equivocaste,
más que una vez, una noche
que te encaprichó una sombra
-la única que te ha gustado-.
Una sombra parecía.
Y la quisiste abrazar.
Y era yo.

viernes, 16 de julio de 2010

Tres años y medio después.

Se despertó sobresaltada. No había sido una pesadilla, no. Había revivido el momento en el que todo cambió, en el momento en el que ella cambió para siempre.

Lo sigue viendo, como una película que se ha rayado, la vez que le vió marchar y cuando realmente supo que todo había terminado.

Plantada en la parada del bus de Sevilla, principio de línea del 150, y no se puede mover. Está ahí, congelada, mirándole a través de la marquesina. Ve su espalda. Ve cómo va caminando hacia Gran Vía hasta que se pierde por una callejuela. Ve su pelo, la capucha de su sudadera, su cazadora, sus manos en los bolsillos, la cabeza agachada. Ve cómo acelera el paso porque sabe que le está mirando mientras ella lucha por controlar las lágrimas mientras le arde la garganta. Todavía es capaz de sentir el calor de sus labios en los suyos mientras ve cómo se va rápido y sin darse la vuelta porque está igual que ella. Porque ha sido El adiós. El fin inesperado de una gran historia.

Tres años y medio después esa imagen sigue nítida en su memoria. Puede ver todos los detalles. Cómo iba vestido, cómo se reflejaba en el charco del suelo las luces de neón del Starbucks de la esquina... Puede revivir esa tarde de despedida. Tres años y medio después sigue sintiéndose abandonada cuando revive esos instantes. Parece mentira, tres putos años y medio después.

Y desde ese instante, no ha dejado de sentir ese vacío dentro de ella, no ha dejado de sentirse sola, no ha dejado de silenciar una parte de ella que pide a gritos un abrazo y que la quieran insonorizando todo con una buena capa de hormigón armado. Pero desde ese instante, tampoco ha dejado que se le acerque nadie pese al pánico que le da morir sola.
©AC

viernes, 9 de julio de 2010

Uno.

foto de: www.lebensfreude.li/


Ha llegado por fin el gran día. Os preguntaréis a qué se debe.

¡Resulta que hoy el blog cumple un añito!

Lo que empezó hace un año como una pequeña aventura para mí, una ventana al mundo en la que poder vomitar todo lo malo que llevaba dentro (llevaba un año y medio un poco complicado) se ha convertido en un proyecto que me divierte y me fascina.

Hace un año jamás habría podido imaginar que este rincón de la red me haría pasar tantos buenos momentos, que lo citarían en la Cadena Ser y que superaría en un año las 5000 visitas. He de decir que me sigue emocionando ver cómo suben pasito a pasito.

Quiero daros las gracias a todos: familia, amigos, bloggeros y anónimos, que con vuestros comentarios en persona o por mail me hacéis sentir muy respaldada.

Gracias por estar ahí, por apoyarme y por motivarme para seguir buscando historias para escribir y compartir con vosotros.

Gracias a todos, de corazón.
De momento no se me han acabado los cartuchos de tinta negra,
espero que a vosotros os siga gustando ese olor.

El siguiente relato "Las canciones me las sé; su historia, no.", fue el que hizo que se me ocurriera abrir este blog.
Es una historia real que me ocurrió en el metro.
Después de ese encuentro, llegué a casa y me encerré a escribir, este fue el resultado.
Espero que os guste tanto como a mí me emocionó vivirlo y escribirlo.
Disfrutadlo.

Un abrazo a todos,
AC.

Las canciones ya me las sé; su historia, no.

21:34 del 22 de abril de 2009.

Estación de metro Bilbao, línea 1.

Andén con dirección a Pinar de Chamartín.

El próximo tren llegará en 2 minutos.

En el ipod suena Nice thick feathers, de Russian Red.

EL TREN VA A EFECTUAR SU ENTRADA EN LA ESTACIÓN. DEJEN SALIR ANTES DE ENTRAR.

Me levanté con los últimos acordes. Ya sentía el traqueteo del tren en el suelo, notaba cómo corría el aire por el túnel. Ahí estaba. Me coloqué en el punto exacto donde sé que quedará una de las puertas.

Entré como una madrileña más en el vagón de metro con los ojos fijos en mi objetivo: ¡Asiento libre en hora punta! Me senté sin mirar a mis vecinos, me coloqué el bolso encima de las rodillas y, encima de él, el diccionario bilingüe de italiano-español que acababa de comprarme.
- ¡Qué libro más gordo! ¡Déjalo para leerlo este verano, niña! - oí que me decía una voz desde mi derecha a pesar de llevar puestos los cascos del ipod.
Me giré. Me golpeó un cierto aroma dulzón. Me encontré a un hombre canoso, con la piel curtida, las manos agrietadas. Y unos ojos. Unos ojos verdes, cristalinos, unos ojos que me sonreían y miraban divertidos mi gran libro.

- No, señor, no es un libro, es un diccionario.
- Ah. ¿Y para qué quieres tú un libro tan gordo? - insistía.
- Pues porque lo necesito para traducir.
- Ah, ¿sí? Creí que eso de traducir era hablado.
- Bueno, sí, pero también de lo que está escrito.
- ¿Y qué traduces, niña?
- Libros, películas, contratos… Lo que la gente necesite.
- Vaya. Libros, ¿en serio?

Le sonreí y asentí.

Oí unas risas de unos chicos de mi edad que debían estar pensando cosas del tipo “¡Joé, con el viejo!”, “Menuda le ha caído a la pobre. Qué pringada, qué tío más pesao.” Les miré con una mirada entre sorprendida y enfadada.

Será porque mi abuela, mi Abá, mi Abaíta de mis amores, mi ratulinet, se apagó sin hacer ruido en octubre, y la echo de menos horrores, y que me acuerdo de cuando me contaba sus historias de la Guerra Civil, de cómo la vivió, de qué fue lo que sintió, y de cómo a veces me desesperaba cuando me contaba historias que había oído una y mil veces, pero que me encantaba bajar un par de pisos para verla y estar con ella, y oír su voz, esa voz que tanto echo de menos, que tanto me falta, esas historias que pagaría por volver a oír. Ya me daba cuenta cuando la fui viendo marchitarse, aunque a veces ella me pasara sus nervios a mí, pero al escucharla a ella deseaba poder revivir a mis abuelos y preguntarles cómo lo vivieron ellos, “Oye, Avi, ¿cómo fue la batalla del Ebro? ¿Cómo conseguiste escaparte? Cuéntame tu historia, ¿Cómo te sentías? ¿Cómo fue cuanto volviste a casa?” Cuéntame cómo, cuéntame qué, cuéntame cuándo. Cuéntame cómo te convertiste en arquitecto, en ese arquitecto que se asoma por las calles de Madrid cuando viajo en bus, y te asomas y te siento más cerca y siento que sigues ahí a pesar de haberte ido hace tanto tiempo, y que sigues atentamente la evolución de esa nieta que, cuando tenía apenas unos meses decías, “Esta niña es lista, muy lista”. Y tú Aitá, cuéntame por qué te dejaron la pierna así, ¿fue aquí, en la cárcel? ¿o fue en Rusia? Cuéntame cómo llegaste a las olimpiadas de invierno, cómo fuiste un abanderado pese a tu cojera. Maldita guerra, maldita. Y tu Amá, dime, cuéntame, quiero saber por qué eras como eras. Quizás por todo eso necesito escuchar historias para conocer lo que forma parte de mí y que no podrán contarme, me encantan las historias que rellenan los espacios de la Historia contada por los libros, es mucho más intima, más ilustrativa, más impactante, son más que números y fechas, son vivencias y sentimientos.

Sea por lo que sea, les miré muy molesta y se callaron. Volví a mirar a mi memoria histórica viviente.

- Ay, ¿sabes que lo que haces es muy importante? De verdad, es importante.

Y me lo decían unos ojos sinceros, acuosos, que me emocionaron. Por primera vez en meses sentí que de verdad tenía cierto sentido estudiar traducción. Ya me lo decía mi Abá pero no le veía mucho mérito, la verdad. Ya entiendo por qué, y me hizo sentir especial, por ti mi Abá, por vosotros… Ayudo a los demás a comprender cosas que están en otros idiomas, que no podrían entender, soy un puente, son una pieza esencial para unir culturas.

- Yo no pude estudiar porque me pilló la guerra.

Silencio, le brillaron más aún los ojos. Sentí cómo todos sus recuerdos pasaban por delante de sus ojos y le encogían el corazón. Me entraron ganas de abrazarle. Qué abrazona que soy, ya me lo dice mi hermana.

- Sabes -siguió-, es curioso cómo se nos quedan unos recuerdos y otros no. Cómo a veces se nos vienen a la cabeza recuerdos buenos y malos, con solo un olor, con una sensación.
- Y tanto - contesté.
- Yo tenía sólo dos añitos y medio, y recuerdo estar en la casa con mi padre y mis tíos. Y que ellos estaban muy nerviosos. Y me escondieron en un baúl de la casita y me dijeron que me tenía que estar muy quietecito, muy callado y no hacer ruido, porque iba a venir el hombre del saco y no me tenía que encontrar. Yo me quedé ahí, con mis dos añitos y medio, creo que estuve tan quieto e hice tan poco ruido que por un momento desaparecí del mundo. Luego volvieron mi padre y mi tío, pero mi tío Pedro no estaba. Mi padre, Antonio, y su hermano, José, estaban muy nerviosos. Mi tío fue a por mi hermano. Yo no sabía muy bien qué hacer y no entendía qué estaba pasando. Mi padre y mi tío hablaron nerviosos y luego se despidieron. Y ahí, en medio de la noche, mi tío nos subió a mi hermano y a mí en el borriquito y nos lanzamos a la carretera lloviendo, nos íbamos a Madrid.

Me miró, yo estaba emocionada, nerviosa, me latía el corazón rápido. Cuántas vidas rompió esa guerra. Maldita guerra, maldita.

- Mi padre no vino porque era capataz en una mina, y estaban cavando a 300 metros una piedra muy dura, tú no la conocerás, pero era una piedra negra muy dura. Y hubo un accidente. De eso me enteré mucho después.
- Vaya.
- Sí, esas cosas pasaban sabes, no había la seguridad que hay hoy.
- …
- Como te decía, a mí me pilló la guerra y no pude estudiar. Pero habría sido un buen estudiante porque tengo cabeza, sabes, mis hijos son listísimos, y mis nietos son superdotados. Mi hija.. ¡Ay, mi niña! Una niña rubita, con los ojos claritos, preciosa. Así como tú. Que tenía una cabeza increíble, era superdotada, sabes, se la llevaron a estudiar a Finlandia, fíjate, ¡a Finlandia! Cuando volvió parecía una muñequita con sus ropas y su pelo… Pero luego un amigo suyo la enredó en la droga y ya no salió y se me fue.

Se me encogió el corazón.

- Lo siento muchísimo.
- La droga es muy mala, hay cosas muy malas en este mundo. Yo si hubiera podido habría estudiado, y lo habría hecho bien, tengo cabeza, incluso ahora con mis sesenta y tantos. Leo mucho sobre las cosas de la mente, las enfermedades mentales, me interesa mucho. Mi hija estudió esas cosas. También he leído cosas de la Cienciología esa, pero yo sé diferenciar entre el amor y la adoración, entre lo mío y lo de los demás, entre lo que necesito y lo que no. Mi madre siempre me llamaba “humilde”. Durante toda mi vida sólo he buscado lo necesario para sobrevivir. Yo soy feliz con mis tierras, mis huertecito con mis árboles, mis limoneros, mis naranjos, no necesito más. Cuando no puedo más, salgo al jardín, cierro los ojos y respiro y doy gracias por seguir aquí, por tener ese trocito que es mío y sólo mío, mi pequeño lugar en el mundo que me trae paz.
- Debe ser precioso.
- No tanto, pero es mío, es mi rincón, es mi paz.
- …
- Bueno te dejo que seguro que las historias de este viejo no te interesan nada, ponte tu música, te dejo tranquila.

Y no quise. No quería que dejara de hablar así que me negué, con cierta brusquedad pero con toda mi sinceridad:

- No, señor, las canciones ya me las sé; su historia, no.

Y otra vez esos ojos emocionados, que me emocionaron a mí también con su emoción. Unos ojos que reflejaban gratitud, me entraron ganas de llorar. Qué blanda que me he vuelto, pero no lo puedo evitar. La historia me toca, a las personas mayores las admiro, todo lo que han pasado, como se han superado, cómo han sobrevivido, gracias a su sacrificio y su trabajo puedo tener lo que tengo hoy. Me emociona y me desgarra el alma. Malditas guerras, malditas. Pienso en todo lo que les debemos a esas personas de las que los jóvenes se ríen, creo que en mis anteriores vidas he debido vivir aquello: Roma, el desembarco de Normandía, la guerra entre hermanos... Algo se mueve dentro de mí con esos temas, una parte de mi ser se rebela, revive. Me emocionan aquellos que sacrificaron su vida por la libertad de la que disfruto, me emocionan y estoy eternamente agradecida. Y me gusta conocer la Historia y contársela a todos aquellos que no la pudieron estudiar.

- La vida pasa, pero hay que disfrutarla. Yo ahora estoy más triste, porque veo cosas que me entristecen. Sobre todo por la noche. Yo cuando me voy a dormir me voy muy triste, ya me lo dice mi mujer, pero pienso en todo el día que he pasado y en la noche, todo es negro por la noche, y me da miedo. Y cuando me despierto por la mañana y veo que sigo aquí, doy gracias por tener un nuevo día por delante, una nueva vida que vivir.

Otra mirada. Corazón encogido. Estoy emocionada. Necesito un abrazo. Qué abrazona que soy, ya me lo dice mi hermana.

- ¿En qué estación estamos ya?
- Vamos a llegar a Plaza de Castilla.
- ¿Ya? ¡Qué rápido! Pues yo me bajo aquí, chiquita. Muchas gracias. Espero que todo te vaya muy bien.
- Gracias, señor, cuídese y que le vaya muy bien.

Sus ojos me sonrieron, se dio la vuelta, se fue.
Y ahí, en estación de Plaza de Castilla de la línea 1 del metro de Madrid, me abandonó un trocito de la Historia que me dejó con el corazón encogido, con ganas de un abrazo y con unas lagrimitas que luché por controlar.

Quién me iba a decir a mí que un diccionario me iba a regalar toda una historia.

Quién me iba a decir a mí que encontraría un tesoro en el metro de Madrid.

©AC


jueves, 8 de julio de 2010

Disculpas.

Pido disculpas por no actualizar mucho estos días, estoy preparando una sorpresita para el viernes 9.

Espero que la espera valga la pena y ¡que estéis todos celebrando hoy la victoria de la roja!

Hasta el viernes.

AC.

martes, 6 de julio de 2010

Con la D.

Pensar en ti, duele.
Verte así, duele.
Ver cómo pasan los días y nada cambia, desespera.

©AC