jueves, 30 de septiembre de 2010

Desde la oscuridad.

Era la novena llamada del día. La ignoró y se levantó a por un vaso de agua.

El concierto había sido hace tres meses y ella seguía dando vueltas en la cama sin poder dormir. Los acordes de su guitarra y los versos de sus canciones resonaban en su cabeza. No había olvidado sus besos, su mano en la cintura, sus caricias en las mejillas... Ni los latidos de su corazón ni el compás de su respiración la mecían ya al dormir. Echaba de menos la tranquilidad protectora de sus brazos y de su olor, la ternura de sus besos y de su mirada. Si cerraba los ojos podía sentir cómo enredaba sus dedos en su pelo, cómo él le acariciaba la frente, la nariz, los labios, las mejillas, las orejas con su nariz. Si cerraba los ojos oía cómo le cantaba sus canciones en un susurro al oído.

Ella había ido a verle tocar aquella noche. Era un placer verle y oírle tocar desde la esquina más oscura del local sin que supiera que estaba allí disfrutando de todo él en la distancia.

Esa había sido la última vez.

Esa noche él no la buscó con la mirada. Esa noche no había ido marchitándose su sonrisa al no encontrarla. Esa noche no se le había iluminado la cara al verla aparecer en la primera fila a la izquierda, como siempre, durante la última canción.

Esa noche él había encontrado otra mirada que sostener y otra sonrisa que iluminar.

AC

viernes, 24 de septiembre de 2010

No me gustó.

Desde el momento en el que nos conocimos me intrigó tu mirada. Yo, que vengo de una familia de ojos claros como los míos, me siento terriblemente atraída por unos ojos marrones o negros (cuanto más oscuros, mejor). Son como un imán. El caso es que no me he podido deshacer del recuerdo de tu mirada. ¿Por qué? Porque no era capaz de descifrarla. Se me resitía. Una noche, tras unas cuantas cañas y un momento tuyo de debilidad en el que bajaste la guardia, entendí lo que escondía el brillo de tu mirada. Y no, no me gustó en absoluto. No me gustó y sigue sin gustarme porque ya tengo suficiente con mi corazón roto como para ocuparme de arreglar otro.

©AC

jueves, 23 de septiembre de 2010

¿Lo sé?

Has sido la piedra con la que caí dos veces. Ahora que has vuelto a aparecer y mi vida ha vuelto a temblar, espero haber madurado lo suficiente para no volver a caer. No te lo mereces. Lo sabes. No te lo mereces. Lo sabes y lo sé. No te mereces nada de mí. Lo sabes. No te mereces que vuelva a caer en tus sonrisas, besos, abrazos y miradas. No te lo mereces. Lo sé. Lo sé... ¿Lo sé?

©AC

sábado, 18 de septiembre de 2010

Hay veces que sabes que ya has visto suficiente.

Hay veces que sabes que ya has visto suficiente cuando has visto suficiente. Cuando esa gota que colma el vaso y que hace que el líquido se derrame es suficiente para que lo que se moja nunca vuelva a ser igual por mucho que intentes secarlo al sol. Es ese instante, ese segundo, ese momento en el que algo hace "click", lo que se convierte en un punto de inflexión en tu vida. Sin más, sabes que ya no hay vuelta atrás y que no puedes hacer nada por evitarlo porque algo ha cambiado y nunca volverá a ser como antes.

Simplemente, hay veces que sabes que ya has visto suficiente.
Lo sabes y no necesitás más.
©AC

martes, 14 de septiembre de 2010

Como una adolescente.

No te acerques.

No te acerques porque cada vez que vuelves a mi vida me haces sentir como una adolescente.

©AC

martes, 7 de septiembre de 2010

Un piano desafinado.

Te tengo delante, mirándome, sonriendo. Me miras y me dices con la mirada cosas que ahora mismo no puedo afrontar. Lo paso bien contigo. Contigo estoy tranquila, estoy cómoda, estoy contenta y risueña, pero cuando me miras así, no consigo, no puedo sostenerte la mirada. No soy capaz. No es porque no me guste la idea, porque alguna vez te he lanzado alguna mirada de socorro, no es por eso. No soy capaz porque me da miedo todo lo que veo en tus ojos. Me da miedo esa fe ciega que emanas en que no hay nada que pueda hacer que evite lo que los dos sabemos que pasará, que no hay nada que pueda hacer que esto vaya mal. Vamos por la calle caminando uno al lado del otro pero siempre sin tocarnos. Ahora que lo pienso, nunca nos tocamos más que para darnos los dos besos de saludo y los dos de despedida. Lo pasamos bien juntos, nos reímos mucho, nos llevamos bien, nos divertimos, nos entendemos, nos escribimos, nos llamamos, nos vamos a comer, a merendar, a cenar, de cañas... Cada vez nos vemos más, somos más "nos", pero durante esas miradas todo se vuelve tenso y el contacto físico, más todavía. Ninguno de los dos ha dado un paso por miedo a espantar al otro y, para qué engañarnos, porque sabemos que no estamos preparados para algo así. Para qué arriesgar lo que tenemos si puede acabar mal, al fin y al cabo, no se suele encontrar a mucha gente con la que te sientes bien y te entiendes tanto desde el primer momento.

Dime qué futuro tenemos si somos dos corazones remendados.

Dime qué ves en mí si sólo tengo un piano desafinado.
©AC