domingo, 2 de mayo de 2010

Mi propio fantasma.

Salgo de una ducha abrasadora y veo que el espejo del baño está empañado. Noto una presencia blanquecina que se refleja en él. Abro la puerta para que entre la corriente y poder respirar. Poco a poco se va revelando la presencia del espejo. Es cada vez más delgada, se le notan cada vez más las mandíbulas, las clavículas, las costillas, las caderas... Tiene cada vez más ojeras y menos mofletes. Si no fuera porque asocio ese reflejo del espejo conmigo misma y porque la corriente de aire me hace tiritar -que significa que tengo frío, siento y, por lo tanto, sigo viva- , pensaría que es el reflejo de mi propio fantasma.
©AC

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