martes, 12 de enero de 2010

Sangría para expulsar demonios.

Estaba en el autobús blanco de Cruz Roja que está siempre en Sol tumbado en una de las camillas donando sangre y pensando en mis cosas cuando unos golpecitos en la ventanilla me espabilaron. No pude ver quién era pero el conductor le estaba indicando la otra puerta. A los pocos segundos entró con una sonrisa radiante que compensaba la falta de luz en este día de nieve en Madrid. Aunque no llegaba a esconder del todo la tristeza de sus ojos, estaba preciosa. 1'65, castaña, ojos verdes, blanca pero con los mofletes rosados. Iba enfundada en un abrigo gris corto que dejaba ver sus piernecitas delgadas y las botas negras. Iba, además, con la bufanda verde a modo de turbante, un gorro a juego y unos guantes negros.

- Hola -dijo con su enorme sonrisa.
- Bienvenida -contestó el médico.
- Gracias. Os quería preguntar, quiero donar pero no sé si puedo, hoy sólo me ha dado tiempo a tomarme una hamburguesita.
- ¿Sólo has comido eso hoy?
- No, también desayuné.
- ¿A qué hora?
- A eso de las 7'30.
- ¿A qué hora te has tomado esa hamburguesa?
- A las 16'30.
- ¿Y entre medias no has tomado nada?
- Sí.
- ¿Qué?
- Un zumo de naranja y un poco de roscón.
- Ya... ¿Qué hora es ahora?
- Las 20'30.
- ... Lo siento, pero hoy no puedes donar, no has comido suficiente, tendrás que venir otro día.
- Ah... Vaya... De acuerdo. Siento haberos molestado.

Se giró para marcharse y cruzamos la mirada. Estaba triste. Había envejecido de un momento a otro. En vez de radiante ahora estaba marchita. Era todo ojos de decepción y pude oír en su mirada ese grito de desesperación. De pronto comprendí... Comprendí que había venido aquí por lo mismo que yo. Ella se dió cuenta y se le volvieron a encender las mejillas. Se le inundaron los ojos, apartó la mirada, se giró y salió rápidamente, más preciosa aún de lo que lo había sido al entrar.

Un corazón roto. Otro corazón roto que no puede hacer nada para arreglarse más que esperar a que pase el tiempo y cicatrice. Pero mientras dura esa larga agonía, mientras no puede hacer nada para aliviar ese dolor desgarrador, mientras no puede hacer nada para que no duela tanto, decide ir a donar un poco de sangre para dar fe de que sigue estando viva aunque ya no tenga ganas, decide ir a donar para al menos ayudar a alguien que lo necesite, decide ir a donar con la esperanza de que al expulsar parte de su sangre disminuya un poco el dolor de su pena cuando por su cuerpo empiece a fluir la nueva.
©AC

***
Ya son más de 2000 visitas, cada vez que sube el contador me anima a seguir escribiendo (¡y cada vez sube más rápido!).
Muchísimas gracias a todos los que os habéis enganchado al olor de la tinta negra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario