jueves, 30 de septiembre de 2010

Desde la oscuridad.

Era la novena llamada del día. La ignoró y se levantó a por un vaso de agua.

El concierto había sido hace tres meses y ella seguía dando vueltas en la cama sin poder dormir. Los acordes de su guitarra y los versos de sus canciones resonaban en su cabeza. No había olvidado sus besos, su mano en la cintura, sus caricias en las mejillas... Ni los latidos de su corazón ni el compás de su respiración la mecían ya al dormir. Echaba de menos la tranquilidad protectora de sus brazos y de su olor, la ternura de sus besos y de su mirada. Si cerraba los ojos podía sentir cómo enredaba sus dedos en su pelo, cómo él le acariciaba la frente, la nariz, los labios, las mejillas, las orejas con su nariz. Si cerraba los ojos oía cómo le cantaba sus canciones en un susurro al oído.

Ella había ido a verle tocar aquella noche. Era un placer verle y oírle tocar desde la esquina más oscura del local sin que supiera que estaba allí disfrutando de todo él en la distancia.

Esa había sido la última vez.

Esa noche él no la buscó con la mirada. Esa noche no había ido marchitándose su sonrisa al no encontrarla. Esa noche no se le había iluminado la cara al verla aparecer en la primera fila a la izquierda, como siempre, durante la última canción.

Esa noche él había encontrado otra mirada que sostener y otra sonrisa que iluminar.

AC

1 comentario:

  1. ups!, a veces la sincronía del amor
    no lo es tanto en el des-amor
    y duele.

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