Me miras a los ojos y te callas las palabras. Te miro y me quedo yo también en silencio. Te acaricio la mano. Me coges la mía y me das un beso en la palma. Cuidadosamente me repliegas los dedos y, envolviendo mi mano con las tuyas, me dices:
- Guárdalo bien y estará ahí siempre que lo necesites.
Sonríes. Sonreímos. Pagamos la cuenta, vamos fuera del bar y, en la puerta, te doy nuestro último beso de esquimal.
AC
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